Extraído (con permiso del autor) de "Amenazan con quererme. Relatos breves sobre el cambio y la relación terapéutica", de Valentín Escudero.
¿Cómo describimos una hermosa plaza? ¿Es suficiente describir los edificios que la configuran? Por lo general, resulta complicado describir por qué nos gusta mucho la plaza de una ciudad determinada; personalmente me encantan plazas muy diferentes _la Plaza Quintana en Santiago de Compostela, la Plaza Mayor de Salamanca, la Grande Place de Bruselas..._ y creo que la clave no está en los edificios que la configuran sino en el significado que crean, es decir, en el vacío que hay entre ellos. El espacio vacío entre los edificios se hace hermoso y cobra un sentido gracias a la relación que existe entre todos los elementos del conjunto: las proporciones, las distancias, los contrastes. Y el resultado final nos parece acogedor, nos gusta estar dentro. Creo que esta reflexión espacial también puede aplicarse a la relación terapéutica: lo que creamos en ese espacio vacío entre el cliente y el terapeuta configura algo seguro y acogedor, de forma que a ambos nos resulta estimulante estar ahí. Y seguramente ésta es una pre-condición para que el cambio pueda primero imaginarse, después motivarse, y finalmente experimentarse en la vida del cliente.
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